Una búsqueda de obras del pasado
para reflejarnos en el presente.
Comisario: Jordi Mitjà
























































































































































































































Ulls confinats
Emmirallar-nos i projectar-ne els reflexos.
Ojos confinados es un juego de malabares o un juego de espejos, depende de cómo se mire. Que nadie se ofenda por la osadía de buscar en la Xarxa de Museus de Catalunya obras de arte que, con unos criterios muy específicos, respondan más o menos subjetivamente a lo que hemos vivido como sociedad durante este primer estadio de la pandemia de la Covid-19. Unas situaciones que traducidas a imágenes, a la realidad o en las realidades más diversas, no hemos visionado de forma exhaustiva.
Ahora ya podemos afirmar abiertamente que no disponemos de todas las capturas posibles, más allá de las imágenes caseras que han circulado por las redes. Fotografías y vídeos de vivencias que, al ser desconocidas, aún las estamos asimilando. Toda la experiencia del miedo, de encerrarnos en casa durante tanto tiempo, de trabajar con la amenaza de infectarnos, de un sistema sanitario colapsado y asustado, de la muerte implacable pero oculta con sus rituales silenciados y, sobretodo, de las graves experiencias en residencias de mayores -el gran agujero negro del sistema-, ha sido de tal brutalidad que aún estamos asimilando sus efectos.
La experiencia colectiva de unos hechos que al unísono cobran todo el sentido en el ámbito personal e inseparable. Lo que hemos vivido y lo que hemos percibido como colectivo se puede separar drásticamente. La propuesta que presento pone el foco en las personas y huye de los datos erráticos, siempre impersonales, de unos sucesos que recordaremos toda la vida. El proyecto que tenéis ante vosotros, este conjunto heterogéneo de imágenes de diferentes épocas, artistas, técnicas… responde a una serie de cuestiones que me he formulado, de forma intuitiva, durante el primer mes del confinamiento. Cuestiones tristemente inquietantes y altamente influenciadas por una situación de extrañeza. El miedo provoca que los esfuerzos por pensar en el presente se agudicen, y este proyecto nace de este sentimiento.
Aquellos días, algunas instituciones museísticas de Cataluña y del mundo alentaban a su público para que escenificara o imitara algunas obras de arte, en forma de puestas en escena caseras que los usuarios fotografiaban y exponían de nuevo junto al cuadro o escultura original. Las instituciones animaban a colgarlas y etiquetarlas en las redes sociales, como un juego sin pretensiones, que ciertamente magnificaba algunos iconos del arte, pero, sobre todo, daba sentido a la tarea de difusión cultural que desempeñan los museos. Mientras pensaba en multitud de posibilidades para la exposición que me habían encargado, veía como las familias, los jóvenes… reproducían, como si fuera un juego de espejos, obras de arte muy reconocidas y otras no tan emblemáticas, y estas configuraban paulatinamente una museística casera al tiempo que nos recordaban que no podíamos visitar los museos, por aquel entonces cerrados. Era la reproducción de la reproducción, unos copistas performativos y altamente originales.
Aquel fenómeno resonaba dentro de mí y empecé a sopesar algunas problemáticas vinculadas a las intensidades de los trabajos del pasado, y si estos dispositivos que llaman obras de arte tienen el potencial de ayudarnos a entender o explicar un acontecimiento del presente fuera de lo común. Al estar confinados, esta práctica viral de las escenificaciones, que no era nueva, llegó a unas cotas de ingenio considerables, y opté firmemente por una propuesta que nos hablara de una situación inusual, mirándonos al espejo de las obras del pasado.
Interpretar un presente, eligiendo obras del pasado y traicionando sus significados originales. Lo que he forzado no guarda ninguna relación aparente con estas escenificaciones de las que hablo, pero sí con la fuerza oculta de las obras que también están confinadas, en el propio sacrilegio de hacerlas hablar de un asunto que no las incumbe, de revivirlas momentáneamente.
Ojos confinados es esto, el intento de escenificar una situación de urgencia con los archivos depositarios de los museos, de unos contenidos que pretenden explicarnos lo que nos está pasando o que nos ha pasado, con la esperanza depositada en que las obras que se materializarán en este período mejoren por completo esta injerencia.
Ojos confinados es pues un proyecto en suspensión, a la espera de unas obras actuales que indudablemente incidirán de forma más incisiva en la experiencia prismática que hemos vivido, mostrando todas sus caras, las oscuras y obviamente las más visibles y consensuadas por todos.
Todas las cuestiones del proyecto se pueden resumir en una sola: ¿podemos encontrar, en la diversidad de los museos, obras que, de alguna manera, nos presten momentáneamente su discurso o su vigencia para comprender y asimilar el estado excepcional de un confinamiento? Dicho de otro modo, ¿se pueden reactivar una serie de obras de períodos históricos muy variados para hacer comprensible una situación que no las reconoce históricamente? Estas y otras dudas sobrevuelan un planteamiento altamente orgánico a la hora de escogerlas. Una criba hecha desde el respeto por las personas que han sufrido, y con el ánimo de entender y profundizar en lo desconocido de un presente, que ya no lo es. Justo después del desconfinamiento se instauraron como reclamo, en ámbitos publicitarios, algunas imágenes ya icónicas entonces de habitantes en estancias interiores, o en balcones y terrazas o, sobre todo, en los centros de salud con sus equipos humanos, como plataformas para curarnos, generar contenidos políticos, de agradecimiento, culturales o de supervivencia a ultranza. Ojos confinados se ha confeccionado con muchas reservas debido a la falta de una distancia prudencial y temporal con todos estos relatos y los que irán apareciendo. A parte de la publicidad, que siempre tiene la capacidad de fagocitar y adaptarse a todas las situaciones por increíbles que sean, las obras de arte que se producirán durante este encierro forzado y las que obviamente se producirán a posteriori tendrán mucho eco en lo que significan y lo que significaran socialmente estos relatos de inseguridad, fragilidad y realidad cambiante, traducidos en iconografía.
Todos los contenidos generados desde la cultura, en un futuro no muy lejano, formarán parte de algunos museos y serán, lógicamente, un reflejo del tiempo que nos ha tocado vivir, y convertirán en obsoleto este intento comisariado por un servidor. Por esta misma razón que explico, y por mantener en cierta forma el misterio que desgraciadamente recorre el hecho excepcional que hemos vivido, he querido romper con las parcelas temáticas que yo mismo configuré en un principio. He preferido exponer todas las obras mezcladas, sin indexar, como un montón de experiencias sin orden, muy próximo a la realidad o realidades, tal y como decía anteriormente. La dificultad de expresar un hecho desde una lógica prismática, casi inverosímil, el salto mortal de unos contenidos museísticos que ilustran un presente huidizo.
El tiempo de este "supuesto" postconfinamiento nos ha regalado situaciones tan o más difíciles que las que he intentado captar con este conjunto. En algún punto del proceso de trabajo, primero con las indicaciones dirigidas a las instituciones y después con una búsqueda más precisa dentro de las webs de los museos, he intentado adaptarme a situaciones nuevas, constatando la imposibilidad real de atrapar la realidad. La elección final, en la que podéis adentraros, ha sido generada de forma escalonada, y se ha cerrado a finales de julio.
Pervertir las convenciones museísticas ha sido uno de los retos, romper absolutamente con las convenciones historiográficas o de temporalidad histórica, que por otra parte, desde el museo y las lógicas museísticas convencionales, no serían del todo concebibles. Este es un proyecto altamente experimental, de apropiación de unos contenidos para llevarlos a otro plan de acción, para degenerar el discurso. Una lógica habitual en los trabajos que realizo con archivos ajenos que reverbera también aquí.
Durante el trayecto de selección no he podido dejar de imaginar otras maneras de actuar del todo irreverentes, por decirlo con ojos de artista; no he descartado del todo que toda esta criba final se llegara a exponer de forma física dentro de una sala de museo. De mostrar todas estas obras sobre la pared, como se hacía en las pinacotecas clásicas, y los trabajos tridimensionales sobre una gran tarima. Quiero que imaginéis esta posibilidad con todas las obras guardadas en el espacio; sería, sin lugar a dudas, una exposición de arte contemporáneo, nunca mejor dicho, hecha con el resultado exhaustivo de una elección ecléctica y transgresora.
Ojos confinados nos habla también, entre líneas, de la dificultad de concebir proyectos radicales que están fuera de los estándares que se han ido configurando estos últimos siglos, especialmente en lo que se refiere a las formas de exhibir y repensar las colecciones de arte. De la posibilidad de abrir vías para acercar y acercarse a estos fantásticos conjuntos para evidenciar, por otra parte, que todas las colecciones de estos museos nos pertenecen y las tenemos que poder remover de vez en cuando, aunque sea desde la irreverencia de un espigueo apropiacionista.
Jordi Mitjà. Lladó. Agosto, 2020.