Son muchos los retratos que, siguiendo el canon de la tradición, se concentran en el rostro y en la mirada, buscando aquello que les es propio. A veces es la amplitud de los pómulos, la torsión de la cabeza o la intensidad de los ojos. Pepita Teixidor, Trini Sotos, Maria Teresa Ripoll, Maria Noguera, Joaquim Casas y Ana Maria Smith se han decantado por esta opción. No tenemos ninguna figura completa; como mucho, retratos de tres cuartos. Tampoco tenemos ningún cuerpo fragmentado hasta bien avanzado el siglo XX, cuando, en una clara metonimia, las artistas deciden tomar una parte por el todo. Manos, pies, pechos, corazón, pulmones y otras anatomías centran los trabajos de Ana Sánchez, Ester Fabregat o Laura Cirera. ¿Es el cuerpo fragmentado del sujeto contemporáneo? ¿O es la esencialidad prehistórica que tan bien invoca Ana Mendieta con su autorretrato en una hoja? Y es que, también en arte, el yo a menudo se expresa con el cuerpo