Mirar con otros ojos

Comisariado: Miquel del Pozo

De acuerdo, pero ¿con los ojos de quién?
Los del artista, no existe otro camino.
«El único verdadero viaje, el único baño de juventud, no sería dirigirse hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de otros cien, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es».

 

Marcel Proust, En busca del tiempo perdido
(Traducción de Josep Maria Pinto. La prisionera II. p. 85)

Àngel Jové Jové: Metafísica III, 1976. Emulsión de barniz y terciopelo adhesivo sobre papel fotográfico, 82,8 x 130,5 cm.
Col·lecció Morera. Museu d’Art Modern i Contemporani de Lleida.

Sin embargo, solo tenemos unos ojos, los nuestros. El universo de los demás –la manera como ellos ven el mundo- nos está vetado, como los gomets de esta imagen que tapan los rostros, que ocultan sus miradas. La totalidad de la existencia, el mundo entero, solo podemos mirarlo (y interpretarlo) desde nuestro interior, desde nuestros ojos. ¿Cómo miraremos entonces con los ojos de otro? ¿Cómo podríamos mirar, por ejemplo, con los ojos del poeta Màrius Torres -quien nos mira desde el centro de esta fotografía-, el autor del poema Unos ojos en un retablo, que en Canción a Mahalta escribe «tu mirada ya habla»?

 

Con el arte, no hay otro camino. «Solo mediante el arte podemos salir de nosotros mismos, saber qué ve otra persona de este universo que no es igual que el nuestro y cuyos paisajes habrían sido para nosotros tan desconocidos como los que puedan existir en la luna» -afirma Proust al final de su novela . De realidad solo hay una, aquella que la ciencia intenta descifrar, pero las miradas sobre la realidad son infinitas, hay tantas como personas viven (y han vivido) en este mundo. Cada mirada es un universo entero; cada obra de arte, un mundo nuevo donde asomarse a mirar.

[1] Marcel PROUST (1954), «Le temps retrouvé» a A la recherche du temps perdu. Paris: Éditions Gallimard, pp. 256-257

Primero el artista mira y,
después, nosotros vemos

Ramon Casas: Buscan asunto. Madrid, hacia 1904. Lápiz grafito y acuarela sobre papel, 12,3 x 17 cm.
Museu Nacional d’Art de Catalunya, adquisición de la colección Plandiura, 1932. © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona, 2023.

Funciona siempre así: primero el artista mira y, después, nosotros vemos. Esta es la secuencia. El pintor sale a explorar el mundo cargado con sus utensilios –la tela, los pinceles, las pinturas y la paleta- buscando el asunto, “EL TEMA” del cuadro. Allí donde él se detenga a mirar (la imagen que pinte ese día) será lo que veremos nosotros cuando estemos ante la obra.

El arte es una subjetividad -unos ojos que miran (los del artista hacia el mundo)- que se dirige a otra subjetividad -otros ojos que miran (los del espectador ante la obra). En este doble diálogo confrontamos nuestra mirada con la suya. Miramos con nuestros ojos lo que ha contemplado el artista.

Tres miradas: de hoy,
de ayer y de antes de ayer

Mirar

«Pero, desgraciadamente, tú no ves lo que yo veo (…).
Me ves a mí, sentado en la mesa delate de ti».

Virgina Woolf, Las olas
(Traducción de Maria Antònia Oliver. La Temerària, Sabadell, 2019, p. 206)

Anton Casamor d’Espona: Mirando el mar, s/d. Escultura de mármol (figura) y granito (toalla), 95 x 120 x 50 cm. Museu de l’Empordà.

Estamos (de nuevo) frente a una chica mirando el mar. En esta ocasión, ni siquiera sabemos su nombre ni el lugar desde donde mira.
Es gracias a esa libertad de imaginar una historia (una vida) para ella que le otorgamos voz a través de un poema:

Todo el año de espera incómoda
por una trilogía: el mar, la sal y tú.
Entonces se obra el milagro y llega el agosto
-igual que vino el verano pasado.
Este año, sin embargo, la arena te engulle
y es imposible actuar como actúan los otros:
no puedes ir en busca de la ola
y zambullirte en la alegría de la playa
ni por nada del mundo negar que ya sabes
que además de sal, en el agua, flotan cenizas.
Tú no. Tú no quieres olvidarte de mamá.

Mireia Calafell, CENDRES. NOSALTRES, QUI.
Dos personas mirando el mar, una al lado de la otra, podemos ver cosas completamente distintas, incluso opuestas. ¿Cuántos mares hay en el mar?

El punto de vista

«Vistos por los Ángeles, las cimas de los árboles quizá
son raíces, que beben de los cielos;
y en el suelo, las profundas raíces de una haya
les parecen cimas silenciosas»
Rainer Maria Rilke, Poemas franceses (V 38)
(Traducción de Mariàngela Vilallonga. Girona, Edicions de la ela geminada, 2011, p. 85)

Francesc Català-Roca: Monumento a Colón, 1950. Museu Nacional d’Art de Catalunya
© Arxiu històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya/Fons Francesc Català-Roca 

La duda de Rilke –la pregunta sobre cómo los ángeles verían un árbol desde el cielo- ilumina esta fotografía. ¿Cómo ve el mundo Cristóbal Colón desde lo alto de la columna? ¿Qué ve desde su punto de vista? Y sobre todo: ¿cómo interpreta lo que ve?

La mirada que nos mira

1) Apel·les Fenosa y Pablo Picasso: Tête de Dora Maar, 1941. Fundació Apel·les Fenosa. © Fenosa, VEGAP, Barcelona; Picasso, VEGAP, Madrid.

(2) Barbara Stammel: Hermana I, 1997.  Museu d’Art Modern de Tarragona. © Diputación de Tarragona. Museu d’Art Modern. Archivo Fotográfico. Alberich Fotògrafs.

(3) Josep Tapiró: Novia, circa 1876-1896. Museo de Reus. © Museu de Reus.

Por muy sugerente que sea una figura que nos mira en una obra de arte, por mucho que tengamos la sensación de encontrarnos ante una existencia, nunca podemos saber realmente lo que ve. El retrato no nos lo dice, no nos deja entrar en su interior, y nos obliga siempre a quedarnos en la superficie, en la cara exterior de la persona, en la piel. Sin embargo, no podemos dejar de pensar que hay una vida al otro lado de la obra, una vida que nos mira y que nunca podremos conocer. Es el diálogo imposible que ofrecen siempre los retratos. Y, encima, nosotros envejecemos, a diferencia de ellos.

La mirada de los demás
(y la nuestra)

«… ¿qué harán si a dos muertes me aproximo?
De una estoy cierto, la otra me amenaza.
Ni pintar ni esculpir me dan sosiego
al alma, vuelta a aquel amor divino
que en la cruz a todos nos abraza»
Michelangelo Buonarroti, 285.
Cuando Miguel Ángel escribió este soneto tenía 79 años y veía acercarse el final de sus días. Por eso habla de dos muertes; de la muerte del cuerpo tiene certeza, la que la amenaza es la muerte del alma. Su concepción cristiana y neoplatónica del mundo condicionaba su mirada, y su firme creencia de ser juzgado en otra vida le hacía temer la condena.

Man Ray: Miró, 1933 (?). Fotografía a las sales de plata, 29 x 22,7 cm.
Colección MACBA. Depósito de la Generalitat de Cataluña.
Colección Nacional de Arte. © Man Ray, VEGAP, Barcelona

Sin el arte nunca habríamos podido ver, por ejemplo, el universo de Joan Miró –lo que él veía cuando miraba las estrellas , una mujer o las huellas de los pájaros en la playa- y nuestro mundo sería algo más huérfano. El primer mandamiento para entrar en un museo debería ser el motivo que Paul Valéry esgrime en Tal cual, para abrir un libro: enriquecernos con lo que ellos han visto y nosotros no”³.

³ Paul Valéry, Tal cual (Traducción de Antoni Clapés. Adesiara Editorial, 2020, p. 38)